Piensa global, actúa local: vacaciones en Teruel

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La idea del activista Patrick Geddes que se hizo eslogan mediambiental, dicen, en boca de David Brower, nos sirve para poner la sintonía, en cierto modo paródica, a una de las múltiples paradas que han tenido nuestras vacaciones. Ese «Piensa global, actúa local» nos llevó de planear un viaje familiar al extranjero para satisfacer la curiosidad de los pequeños (y algunos grandes) sobre como se materializa el imperio Disney a, por múltiples y accidentales razones, quedarnos en la Península, en el olvidado Teruel y su fantástico parque temático Dinópolis.

Puede que fueran los azares de la vida pero el resultado, lejos de decepcionar, nos satisfizo mucho más y estuvo, desde luego, mucho más acorde con nuestra ideología vital. Para empezar porque nos demostró, una vez más, que para disfrutar de un entorno maravilloso, lleno de posibilidades naturales y culturales, y de toda la diversión que puede dar un parque temático, no hace falta irse muy lejos ni quemar carburante.

Desde la estupenda casita rural El Tilo, en Rubiales, a la visita guiada en Albarracín para conocer los pormenores de construcción de la coqueta ciudad y visitar su casa museo que tiene la huella de varios siglos y generaciones que han pasado por ella (desde mobialiario del siglo XVII a una nevera de los años 60) . También el museo minero de Escucha para aprender los pormenores y la dureza de la vida de sus trabajadores  (ojo, a su restaurante frente a un parque, perfecto para familias con niños inquietos) o Territorio Dinópolis, las distintas «hermanas pequeñas» de Dinópolis, diseminadas por todo Teruel (en los pueblos que conservan yacimientos paleontológicos: Ariño, Castellote, Galve, Peñarroya de Tastavins, Rubielos de Mora, Albarracín o Riodeva).

minera

Yendo con niños, la joya de la corona turolense en, sin lugar a dudas, Dinópolis: un museo que se a atrevido, además, a ser parque temático. Y es que solo su museo, con tres plantas y decenas de reproducciones de esqueletos de dinosaurios y otros animales contemporáneos (mamuts, dientes de sable, osos, etc.) es uno de los museos paleontológicos más grandes de Europa y solo por él podría justificarse la existencia de Dinópolis. Pero es que también acompañan varios espectáculos de teatro (musical, marionetas, luz negra), películas en 3D, la paleosenda (con reproducciones a tamaño real de dinosaurios), atracciones en barco y coche para «viajar en el tiempo» y ver de primera mano el paso de las edades (jurásico, triásico, etc.) y la aparición del hombre a la Tierra, un parque con tobogán gigante y un amonites laberíntico para meterse dentro, exposiciones sobre diversos temas «dinosáuricos», una zona de atracciones para los más pequeños, etc. Eso sí, es llamativa la falta de información de la propia página oficial sobre lo que puede verse en Dinópolis.

ojiplatico con los dinosaurios

Todo con un mesurado equilibrio entre la información y el divertimento. No hay que olvidar que Dinópolis tiene vocación educativa y que entre sus muros los paleontólogos de verdad trabajan con los fósiles encontrados en los yacimientos. Lo más sorprendente es que no estuviera abarrotado y los niños pudieran montar una y otra vez en las atracciones. Para nosotros fue un placer disfrutar sin abarrotamientos de esta joya, pero suponemos que los turolenses tienen razón al recordarnos que «Teruel existe». ¡Y vaya si existe! No fuimos de allí con ganas de volver pronto; tantos y tantos carteles de lagos, piscinas naturales, yacimientos paleontológicos, pinturas rupestres, etc. que nos salían por los preciosos caminos que recorrimos en aquellos días.

Este viaje nos confirmó que, a menudo, pensamos y planeamos con más facilidad sobre lo que está lejos, cuando tenemos maravillas así tan cerca. Así pues, que nuestra visión global no haga olvidar nuestro compromiso local.

 

 

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Masa Gak… ¡jugando con mocos de gorila!

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¡Ojalá tuviéramos más tiempo para jugar y experimentar con los niños! La triste realidad es que tenemos más ideas de actividades que hacer con nuestros hijos que tiempo para llevarlas a cabo. Aún así, cuando vi el libro de Asia Citro, 150 actividades para jugar sin pantallasen en una librería no pude resistirme a comprar. ¿Por qué? Porque está lleno de recetas insólitas, gamberras, pero con su puntito científico, para realizar, por ejemplo, ese magnífico flubber con el que todos disfrutamos de niños, pintura comestible, hinchable, lanzatapones, agua radiante, gelatinas sensoriables…

El estreno fue con la masa Gak: si la aprietas es solida, pero si no ¡se vuelve viscosa! Es fácil de improvisar porque los ingredientes son maicena (2 tazas y cuarto), champú (media taza), colorante alimentarios (vale el de la paella…) y entre 6 y 9 cucharadas de agua.

ingredientes

Elaboración:

  1. Ponemos la maizena en un bol.
  2. Mezclamos el colorante con el champú.
  3. Añadimos el champú a la maizena y removemos. La mezcla será quebradiza.
  4.  Añadimos el agua poco a poco, una cucharada cada vez . Mezclamos hasta obtener una bola que se derrite lentamente entre los dedos mientras la sostenemos. Añadiremos más agua si vemos que no hemos conseguido esta textura.
  5. Si la masa se reseca mientras jugamos, basta con humedecerse las manos para rehidratarla.

las manos en la masa

 

Consejos.

Si te pasas de agua y la mezcla queda demasiado pegajosa echa más maizena. Si queda demasiado quebradiza, echa más agua.

La masa se conserva varios días a temperatura ambiente, pero puede que cuando vuelvas a jugar con ella necesites rehidratarla.

moco de gorila

bola.jpg

Aunque Citro da algunas ideas extra sobre cómo elaborar variaciones de la masa o añadidos interesantes (cortarla con cuchillos de plastilina, introducir figuritas dentro, etc.) para alargar la diversión, nuestros niños (¡los tres de nuevo, porque con este experimento conseguimos ganarnos de nuevo al mayor!) jugaron horas con «el moco de gorila».

 

Recuperar la calle

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En esa visión apocalíptica de que los niños de ahora están peor educados que los de antes (argumento esgrimido por las sucesivas generaciones desde tiempos de la Antigüedad clásica) la culpa siempre la tenemos los padres y las pantallas. Yo, sin embargo, creo que, de haber algo de verdad en ese argumento, la verdadera culpable es la calle. Sí, la calle. O más bien, su ausencia.

Uno de los argumentos para condenar la educación familiar actual es que «los niños no saben estarse quietos». Pero… calculemos. Están, como poco, 7 horas de su día «quietos» en el colegio. Luego «quietos» o como mucho con un movimiento pautado por otro profesor en una extraescolar. Los que vuelven directamente a casa, tampoco lo tienen mucho mejor: o lo más quietecito posible en nuestro pequeños pisos de ciudad en el que un grito de niño se escucha en todo el edificio de paredes de papel o «confinado» en un espacio de 20 metros por 30 con otras cuarenta criaturas si prefieren pasar un rato en cualquier parque de las grandes ciudades. Luego a la cama, y vuelta a empezar.

Desde luego son mucho los padres que ya han captado que ese exceso de energía que muestran los niños (y que algunos llaman TDHA o muy elocuentemente «síndrome del niño de ciudad») y que a tantos les resulta tan molesto (ya cantaba Serrat hace 30 años: «Niño,deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca) no es, en realidad, ningún exceso. Es la energía natural de un niño, que antes pasaba más desapercibida porque los niños… ¡pasaban mucho más tiempo en la calle! Pero no de cualquier manera, pasaban más tiempo en la calle sin la supervisión de un adulto. No por negligencia paterna, sino porque la calle antes era mucho más segura antes (o eso creemos) y por eso los niños podía jugar, gritar, saltar, ensayarse con la vida, sin el eterno ojo familiar clavado en la nuca. Obviamente, ampliando el espacio de convivencia los niños resultaban mucho menos «molestos» y «malcriados» a los adultos porque una vez que volvían a entrar en espacios cerrados y se necesitaba que volvieran a estar quietos ya habían tenido tiempo para sí mismos, para descubrir, desfogar y vivir sus aventuras. Y después de estos pequeños momentos de libertad, también los requerimientos adultos (estate quieto, quédate callado) eran mucho más tolerables para los niños.

Hay quien ya ha dicho esto antes y mucho mejor. Leed este libro de Marta Román Rivas, ¡Hagan sitio, por favor! La reintroducción de la infancia en la ciudad. Román Rivas señala también (como ya ha hecho muchas veces José Antonio Marina) que a un niño lo educa la tribu entera (parafraseando el mítico proverbio africano). Esto en los enjambres de las grandes ciudades parece irrealizable. Pero si contemplamos estas grandes ciudades como pequeños pueblos unidos, cada cual debería recuperar su parte de responsabilidad de la educación y la seguridad de los futuros ciudadanos del mundo. Que nadie se escandalice, no estamos pidiendo que un extraño le dé a nuestro hijos clases de urbanidad o buenos modales. La ayuda versa, simplemente, en actos tan cotidianos como verificar que un niño que va solo al colegio, pasé por delante de mi comercio como hace todos los días (en esto se basan programas del Ayuntamiento de Madrid como «Madrid a pie, un camino seguro al cole«)

Esto que probablemente parece un exceso de responsabilidad para muchos, sucede de manera espontánea en las pequeñas agrupaciones. En cualquier pueblo, los niños son cuidados por todos. Si tú pierdes de vista al tuyo, siempre hay alguien que te dice que hace un minuto los ha visto pasar por esta o aquella dirección.

Afortunadamente, también en las grandes ciudades se está recuperando la conciencia de que la calle es de los ciudadanos… y no de los coches, como ha sucedido hasta ahora. Las aceras se están ensanchando, y el Ayuntamiento  cede solares para usos comunales . ¿No lo creéis? Mirad el asombroso espacio en Lavapiés, Esto es una plaza. De un solar en desuso (durante más de 30 años) pasó, en 2008  y por la intercesión de un grupo de vecinos, a un espacio comunal con huerto urbano, zona de columpios, casas en los árboles, libros, un pequeño auditorio improvisado, etc. ¿Y esto se mantiene sin la intervención del Ayuntamiento? La respuesta es un rotundo sí. Los columpios se reparan, cada uno colabora colocando algo en su sitio o limpiando la zona y el lugar siempre resulta igual de apacible y esperanzador.

esto es una plazaIMG_20170218_141647IMG_20170218_140447Esto que nos parece tan revolucionario lleva sucediendo en otros lugares mucho tiempo. En EEUU, por ejemplo, todos los parques cuentan con juguetes (sí, juguetes) comunales. La gentes los usa con responsabilidad y luego los deja en su sitio para que otros los reutilicen después.

Pero volvamos a España.  Hace unos meses nos sorprendió, en nuestro propio barrio, que un pequeño pasaje entre dos vías principales, ¡se hubiera cerrado al tráfico! Son apenas 30 metros cuadrados, pero los vecinos no hemos tardado en ocuparlo para patinar, charlar o ¡pintar en el sueño con tizas!

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¡Qué triunfo ganarle en una gran ciudad sitio a los coches! Pero aún queda mucho que hacer, para que recuperemos la calle, para que los niños (y los adultos) puedan volver a tener su espacio y todos nos resultemos los unos a los otros más «tolerables». El primer paso ya está dado y como todo el mundo sabe es el que mas cuesta…

Taller de velas y jabones artesanales con Espacio inquietudes

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Hace un par de meses localizamos en internet una de esas actividades que nos permiten conciliar todos nuestros intereses… ¡una experiencia para hacer en familia! Se trataba de un taller de velas y jabones artesanales donde ningún producto era tóxico y, por lo tanto, cualquier niño podía trabajar manipulándolo. No lo dudamos un momento, ¡nos apuntamos! Por el momento no abundan las experiencias «aptas» para todos los públicos, en las que podamos participar junto a nuestros niños, sin tener que permanecer al margen como meros espectadores. Creemos que este tipo de experiencias en familia son muy enriquecedoras. Adoptamos la misma posición que nuestros hijos; todos somos en ellas aprendices, todos disfrutamos y colaboramos como «iguales»; jugamos juntos a aprender. Es una preciosa lección, muy oxigenante tanto para niños como para padres que, creemos, que deberían abundar más. En este caso, además, se trataba de una práctica de artesanía y autosuficiencia, ¡lo cual nos encanta aún más!

Le debemos el buen rato a Espacio inquietudes, una escuela de cultura ecológica que imparte cursos basados en la agroecología, la artesanía y la creatividad. Está ubicada en el precioso pueblo de Lozoya, en la Sierra Norte de Madrid.

Allá que fuimos. Los jabones se elaboraban con glicerina (que elimina la intromisión en el proceso de la sosa cáustica, con la que habitualmente se fabrica el jabón pero que es muy tóxica), esencias (café, lavanda, romero, etc.) y otros elementos naturales (cacao, avena, flores de lavanda secas). Un despliegue para los sentidos. Todos disfrutamos eligiendo la composición de nuestro jabón y los más valientes, bajo la supervisión de los adultos, derritieron la glicerina para poder incorporarla a la mezcla. jabones-1Luego en unos simpáticos moldes con forma de insectos vertimos nuestras mezclas. Y mientras esperábamos que se enfriaran nos pusimos manos a la obra con las velas.

jabones-2Las velas, supusieron un proceso similar. Esta vez, había que fundir parafina, seleccionar también nuestros colorantes y esencias y verterlos en sus moldes. Para darnos la bienvenida y mientras que esperábamos que se enfriaran las velas y poder así ponerles la mecha, Emilio nos regaló unas simpáticas canciones (La canción de los bichos o La canción del jabón) para amenizar la espera.

IMG_20170205_124531.jpgAsí de bonitos quedaron nuestros jabones y velas. Es una gozada lavarse las manos con estos jabones tan bonitos y olorosos porque, además, ¡los hemos hecho nosotros mismos!

¡Bravo por Espacio Inquietudes que nos enseñó a hacerlos con mucho amor y paciencia y nos hizo pasar este maravilloso rato en familia!

Bestiario con acuarelas: pintando desde el subconsciente

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Como ya hicimos con nuestro taller de Copiando a Modigliani e inspirados de nuevo por  Carla Sonheim y su maravilloso libro Laboratorio de dibujos para artistas que trabajan con medios mixtos (52 ejercicicios creativos para que dibujar sea una tarea divertida), nos pusimos toda la familia manos a la obra para elaborar un regalo para el tío L.

Escogimos el laboratorio numero 8 de Sonheim, «Criaturas imaginarias». Los «ingredientes»:

  • Varias hojas de papel grueso o cartulina (que admitan la acuarela)
  • Una caja de acuarelas
  • Pinceles
  • Rotuladores o punta finas negros

La técnica no puede ser más maravillosa y apta para niños porque se trata de rellenar la hoja con  trazos de acuarela de varios colores pero pintados al azar. Libertad creativa total.

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Después, uno debe quedare mirando fijamente su cuadro, algo así como sucedía con los antiguos libros de 3D y, al rato, las líneas aleatorias comienzan a no ser tan aleatorias. Algo surge de entre los colores… Una oreja, un ojo, una pata… Los más creativos quizás vean ya de golpe a la criatura entera. Por otro lado, mientras que hemos experimentado la «revelación», probablemente (¡mira tú qué suerte!), habremos conseguido también que se seque la acuarela y podremos comenzar a trazar con el rotulador o el punta fina negro las líneas de nuestro «animal imaginario». Partiendo de ese ojo, pata u oreja surgirán nuevos matices: más ojos, más patas, jorobas, tentáculos, hocicos diferentes a los esperados…

Desde luego es un actividad para medir nuestro potencial creativo. Un adulto parte del prejuicio de que entre las líneas aleatorias no va a salir nada y, sin embargo, ¡voilà! Los niños no piensan; actúan con total convencimiento y naturalidad y sus creaciones están a la altura de ese impulso natural. El resultando: este increíble bestiario nacido desde nuestro subconsciente más profundo. ¡Menudo regalo cargado de significado!

bestiario

Cumple de cine

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Hace unos cursos en la clase de R (9 años) decidimos celebrar los cumples de forma conjunta organizándonos por estaciones. Comenzamos con los típicos parques de bolas, pero poco a poco estas citas estacionales se han convertido en una manera interesante de que nuestros hijos pasen juntos ratos fuera del mundo académico fomentando su cohesión de grupo y haciendo actividades estimulantes… cada vez más estimulantes. Juntos han escaldo, dado clases de natación, realizado experimentos científicos y ensayado con el mundo adulto en Micrópolix.

El último cumpleaños de los niños nacidos en Otoño  lo hemos celebrado con Menuda Peli. Hay muchas empresas que realizan cortos con niños pero elegimos Menuda Peli porque con ellos los niños participan en todos los ámbitos cinematográficos. Los niños son actores, claro, pero también técnicos de sonido, cámaras, directores de fotografía, montadores, etc.

claqueta

Y esto tiene especial valor si tenemos en cuenta que el grupo que les llevamos era de ¡30 niños! Partiendo de un diseño de guion previo, en menos de 3 horas  los responsables de Menuda peli consiguieron que los niños grabaran y ayudaran a montar un corto de 6 minutos; un prodigio que evidencia la mano que tienen con los niños y lo mucho que conocen el oficio. Haciendo de actores, cámaras, técnicos de sonido, maquilladores, rodando en interiores y exteriores. Hasta dio tiempo a merendar y abrir los regalos. Y al final, todas las familias estábamos invitadas a asistir al estreno de la peli: Rescate planetario.

ensayando

El éxito fue tan rotundo que toda la sala aclamó para que se proyectara la película por segunda vez. Además, en unos días Menuda Peli pule aún más el montaje (puesto que la primera versión, como hemos dicho, se hace durante la propia sesión de cumpleaños) y te lo envía a casa para que puedas volver a disfrutar una y otra vez del arte ante la cámara (y detrás de ella) de los niños. Los  invitados dijeron que había sido uno de sus mejores cumpleaños. Disfrutaron como enanos pero, lo que es también muy importante, se les trató como los pequeños adultos que comienzan a ser. Y eso es un aprendizaje que va mucho más allá de lo cinematográfico…

La elección de la alegría: postales navideñas

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¿Que si seguimos montados en la ola de la inteligencia emocional? Pues la verdad es que no lo había pensado hasta ahora que me siento a escribir esta entrada. Este año nuestras tradicionales postales navideñas caseras parecen tomar como punto de partida la archiconocida técnica del semáforo de las emociones. Supongo que lo teníamos en el subconsciente pero en nuestro caso fue una decisión espontánea de los niños, en la que también intervinieron otros factores.

Todo comenzó hace un mes cuando el cole nos pidió para el concurso de la biblioteca un «adorno navideño con mensaje solidario». Pensando pensando nos planteamos entre todos la idea de fabricar una estrellita de fieltro, rellenarla con algodón y pintarle una carita contenta por un lado y otra enfadada por el otro. Después el mensaje salió solo: en realidad muchas veces la alegría o el enfado son una decisión, no algo que se provoqué desde fuera. Así que puestos a decidir, ¡mejor decidir estar contentos! Por eso nuestra estrellita navideña lleva el lema «En Navidad elige estar contento».

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Después llegó el momento de las postales navideñas… Llevamos 13 años haciéndolas y parecía que ya no podía surgir ninguna idea. Para estos momentos de sequía creativa siempre viene bien tener a algún niño inagotable alrededor… ¡Qué suerte que nosotros tenemos tres!

O, de 3 años y medio, acaba de descubrir que es capaz de dibujar caritas, así que solo tuvimos que aprovechar su potencial y… nos pusimos los cinco a trabajar en cadena para que cada uno plasmara su idea particular de la alegría y el enfado, ¡veinticinco veces! La verdad es que los niños aceptaron encantados el reto. Nuestros amigos y familiares han recibido cada uno una postal única que podrán ver todos los días de Navidad colgada en su árbol. Para que ellos también recuerden que la alegría y el enfado son mucha veces una elección y, en la vida desde luego y siempre que se pueda ¡hay que elegir estar contento!

Muñecos de nieve con calcetines y arroz

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No, el título de esta entrada no es una nueva y vanguardista propuesta gastronómica de algún chef de moda, especialmente pensada para estas fiestas. Es la respuesta a la convocatoria del colegio para adornar el centro: un muñeco de nieve con materiales reciclados. Por supuesto el arroz no lo hemos reciclado antes para elaborar el muñeco (pero sí estoy pensando en hacer una paellita post navideña con los dos kilos de arroz invertidos en ellos).

Ahí va el modus operandi de nuestro «platillo»Ingredientes:

  • Calcetines blancos (a poder ser altos puesto que para el muñeco es preferible prescindir de la parte del talón).
  • Arroz (medio kilo de arroz por cada muñeco)
  • Gomas (3 por muñeco)
  • Botones y demás adornos para el muñeco
  • Un trozo de tela para la bufanda
  • Pegamento

Si habéis conseguido un calcetín de «talle alto» cortadlo prescindiendo de la parte del talón en adelante (mirando hacia el pie). Anundad con una goma un extremo y dadle la vuelta. Ahora toca la parte donde más pueden ayudar los niños: el relleno. Hay que ir echando arroz y sacudiendo ligeramente el calcetín para que se acomode (siempre cabe más delo que parece). Cuando queden un par de centímetros para el borde ya podemos cerrarlo con otra goma. Después debemos dividir el calcetín en tres partes, es decir, las tres bolas de nieve que darán forma a nuestro muñeco. Aquí es donde empezaremos a darle personalidad. Puede ser cabezón o gordo o con los «pies» grandes, etc. Con la parte que hemos desechado inicialmente del calcetín (la del talón en adelante) le haremos un gorrito a nuestro muñeco. Y con la tela y botones le pondremos ojos, nariz y adornos. Nosotros utilizamos un alfiler de cabeza grande para hacerle la nariz, pero también hemos visto algunos muy bonitos que la fabricaron con un pompón de lana. En nuestro caso la boca la pintamos con pintura de tela. R, prefirió dejar su modelo sin boca.

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Los niños disfrutaron mucho eligiendo los botones que darían personalidad a su muñeco y viendo como poco a poco iba cobrando carácter. Así de simpáticos han quedado y después de adornar estos días el colegio, volverán a casa para quedarse con nosotros… si la paella lo permite.

La sal (de colores) de la vida

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Hace unas semanas estuvimos de zafarrancho de limpieza y G se encontró una preciosa botella en algún recóndito rincón de la casa que llevábamos años sin mirar. Sea como fuere la botella le inspiró tanto como para acordarse de esa manualidad típica que todos hemos hecho alguna vez en el cole: la sal de colores. Yo tenía preciosos recuerdos de mi infancia de esa actividad, pero lo cierto es que no recordaba cómo demonios se podía colorear la sal. Esto en la era preinternet nos habría llevado directamente a la biblioteca a un libro de manualidades; ahora todo es más rápido, para bien y para mal, y Google te saca de dudas en un momento. ¡La cosa es tan sencilla como pintar la sal con tizas de colores! También se puede hacer con colorante alimenticio, y quedan colores más brillantes, pero la mancha también es mayor…

Así pues, nos pusimos manos a la obra y la verdad es que es verdaderamente relajante frotar la tiza contra la sal (y escuchar el «ras», «ras», «ras»).

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Se puede hacer encima de un periódico, simplemente, pero a los peques les ayudaba mantener la sal dentro de los bordes de un plato de plástico. Cada cual pintaba del color que más le apetecía; seguro que si hubiéramos seguido algún patrón habría quedado algo más homogéneo o figurativo (las dunas de una playa, montañas, etc.) pero con la anarquía y la intuición también conseguimos un bonito resultado final:

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Además, nos dio para contar mientras tanto ese cuento tradicional hispánico que viene tan al pelo y que habla de la importancia de las cosas pequeñas: El rey sin sal.

Juegos de relajación

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Micheline Nadeu, autora de Juegos de relajación de 5 a 12 años, nos recuerda un viejo proverbio que dice: «No dejemos de jugar porque envejecemos. Envejecemos porque dejamos de jugar».

Ya hablamos en otro post de la importancia del juego en la educación. Pero lo cierto es que, la mayor parte de las cosas que hacemos en nuestro día a día, incluso en la vida adulta, se transformarían de «tediosas obligaciones diarias» a «maravillosos momentos» si las tamizáramos a través del juego. Pero para jugar se necesita tiempo, nos diréis. Vamos que, para jugar, se necesita estar «relajado», palabra cuyo significado hemos perdido de vista muchos adultos.

Eso sí, muchas veces nos encerramos en gimnasios para machacarnos con algún ejercicio que cultive nuestros cuerpos, pero, al mismo tiempo, estamos buscando que libere nuestras mentes. Es cierto que el ejercicio físico sirve para las dos cosas, pero deberíamos reivindicar la plena atención a nuestras mentes también y cultivar su «sanidad» como nos empeñamos en cuidar de nuestros cuerpos (y del de nuestros hijos) con la dieta y el ejercicio. Es a través de esta cadena de pensamientos como aterrizamos en los ejercicios de relajación, como una forma de cultivar la salud de la «azotea».

En casa, a veces lo habíamos practicado a través del juego dramático de manera tangencial, puesto que, a priori, parecía arriesgado proponerles a unos niños de 8, 5 y 3 años que «se estuvieran quietos escuchando su interior». Pero de nuevo los niños volvieron a sorprendernos.

Desde este verano hemos introducido de vez en cuando unas pequeñas sesiones de relajación y ahora las aguardan con ilusión como nuestras sesiones de juego dramático, con las que indefectiblemente han quedado relacionadas en sus mentes.

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Nadeu nos dio varias ideas interesantes que luego hemos ido adaptando a nuestras posibilidades. Está ha sido la «tabla» de juegos de relajación que nosotros hemos adaptado, yendo de las que implican más actividad física hasta la plena quietud:

  • Tensión-distensión: consiste en seleccionar una parte del cuerpo (brazo, mano, ceño, piernas, etc.) y dar la orden de contraerla al máximo unos segundo y después relajarla de golpe (método Jacobson). La polarización extrema resulta muy grandilocuente y lúdica a los niños porque se acompaña de gestos faciales de disgusto (en la contracción) y gusto (en la distensión) que son más patentes todavía por lo extremadas. El ejercicio, además de divertido, enseña a los niños (y a los adultos) a reconocer las marcas físicas del nerviosismo o el estrés para ponerles remedio antes de explotar.
  • Respiración: es evidente que la base de la relajación es la manera de respirar. Cada inspiración repone nuestro cuerpo del oxígeno que necesitan nuestras células. Según Nadeu una buena respiración ayuda a controlar el estrés, el miedo, el dolor o la ira, incluso alivia dolores de cabeza y mareos. Puede ejercitarse marcando los tiempos de espiración (por la nariz) e inspiración (por la boca), para conseguir que sean cada vez más largas. También se puede jugar con una vela, practicando un soplido leve y controlado que mueva la llama sin apagarla (huelga decir lo complicado y tentador que resulta esto para un niño; la vela acaba apagada la mayor parte de las veces, pero el «estilo» va quedando…).
  • Postración: supondría un grado más en el relax. Puesto que está basada en dejar actuar la gravedad sobre el cuerpo. Tumbados en el suelo vamos elevando alguna parte (los brazos, las piernas) y lentamente la dejamos caer de nuevo, sin brusquedad. Se trata de concentrar también toda la atención en una parte del cuerpo y en controlar los movimiento.
  • Sacudida: esta técnica la aprendimos de nuestra profesora de danza, contac improvisación; consiste en que un compañero nos agite con mucha suavidad cada parte del cuerpo (cabeza, hombros, brazos, tripa, piernarelajada-2s, pies, etc.) como si estuviera agitando un recipiente con agua y no quisiera que se cayera una sola gota. Para los niños es importantísimo la imagen metafórica sobre la que se sustenta cada ejercicio, para que lo visualicen perfectamente. Cuando quieren practicar este ejercicio se refieren a él como «el del agua».
  • Quietud: como actividad final puede trabajarse la quietud total, ya sea sentados o
    tumbado, con los ojos cerrados y concentrados en la respiración y las sensaciones del cuerpo. Es indispensable armarse con alguna música de relajación que resulte atractiva a los niños. Nosotros tenemos unas grabaciones con sonidos de la naturaleza (pájaros, cantos de ballenas, agua, etc.) que les chiflan.

Es increíble los resultados que tienen estas dinámicas, aunque hay que practicarlas mucho para interiorizarlas y sus muestras patentes en la vida cotidiana llegan cuando se han ejercitado mucho. Huelga decir, que las primeras veces se llega con ellas mucho más rápido a la risa que a la relajación. Pero como también nos recuerda Nadeu: «Mediante la risa y el juego, se llega a restablecer totalmente la energía».